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Una poética biografía política

  • Foto del escritor: Ana Folgueira
    Ana Folgueira
  • 2 sept
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 24 horas

Blog Mandralisca. Una poética biografía política


Vi el documental de Paul B. Preciado hace ya algunos meses, atraída por la inequívoca referencia a la novela de Virginia Woolf en su título y por la estela de su triunfo en la Berlinale de 2023. Necesitaba entender cómo su estética ­—que definían entre otras cosas como “punki”— o su trama —resumida como “bomba trans”— conciliaban con la novela de mi nunca suficientemente adorada Virginia. ¿Querían decir estos calificativos que la película era aún más subversiva que la novela? Escribir y publicar Orlando en 1928 fue un irónico corte de manga, muy al estilo que Woolf desplegaba con sus amistades tan alejado de la cansina imagen de mujer atormentada que nos empeñamos en adjudicarle hoy en día. Si la hubiera escrito en el siglo XXI —noventa y cinco años después, si tomamos como referencia la fecha de estreno de la película—, quizá habría buscado ser más incisiva, más directa, y habría metido la política en el título, como ha hecho el director. Pero el lenguaje tiene estas cosas: añades una palabra, cambias un pronombre, y tu novela se convierte en otra o, quizá, tu novela es demasiado lo que pretendías. Probablemente ella prefería confiar en la capacidad del lector para entender que Orlando no era un juego para divertir a la aristocracia inglesa, si no una reclamación del derecho de cada uno a transformarse en lo que quiera, tantas veces como quiera.


Preciado parece verlo de otra manera y busca ser explícito en el título, a mi entender mucho más por el cambio de pronombres que por la inclusión de un adjetivo. “Orlando. Una biografía” pasa a ser “Orlando, mi biografía política”. No quiere que nos llevemos a engaño, nos va a contar cómo él ha hecho suya la novela de la Woolf y para eso crea un paralelismo entre la historia original y la suya propia y la de otros,  decenas de Orlandos reales, hombres y mujeres trans que cuentan sus historias envueltos en maravillosas gorgueras y velos de Constantinopla. Como guionista y creador, les ayuda a mezclar sus experiencias contadas a cámara con escogidos fragmentos del texto de la novela, de una manera tan hábil que podrían haber sido escritos así.


La recreación de escenas es teatral y barroca, y no por ello menos cinematográfica. Bellísima la inicial en el bosque en el que dos Orlandos duermen sobre estatuas llenas de musgo; dura la del empleado de hotel que rechaza a una huésped porque su aspecto no coincide con el de su pasaporte; llena de vitalidad la de esa sala de espera de psiquiatría convertida en discoteca. Así va cogiendo lo mejor de los dos mundos para dar forma a un documental que nos abre los ojos a una manera diferente de entender a sus protagonistas, mucho más allá de la reivindicación acerca de su derecho a elegir su género, sino abriendo el foco para mostrarnos el derecho de cualquiera a elegir su identidad. Es ahí donde la película se vuelve universal porque todos, en una fase u otra de nuestra vida, hemos luchado por entender quiénes somos; hemos “matado al padre” para ser nosotros mismos, pero no hemos tenido que defendernos de los demás por causa de los datos en nuestro DNI, esta convención social que para muchas cosas nos abre las puertas de nuestra libertad con la mayoría de edad, siempre que nuestra identidad real coincida con la institucional.


Me ha gustado especialmente la forma en que las personas que aparecen en la película de Preciado, como él mismo, reclaman para si el término “trans” como motivo de orgullo, pues de una forma o de otra, como el Orlando de Woolf, han visto el mundo desde, al menos, dos perspectivas, y eso les da una sabiduría a la que no quieren renunciar.   Me quedo con una frase que dice uno de sus protagonistas y que, para mí, condensa el espíritu de la película: “Creo que ninguna palabra define el género de la persona que quiero ser. Hay que inventarla y tiene que ser de forma poética”. No sé si el Orlando de Preciado es “punki”, pero no tengo duda de que es una hermosa y poética biografía política.


 
 

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